jueves, julio 12, 2012

LA VIDA ES DEUDA



“Los españoles no podemos elegir si hacer o no sacrificios. No tenemos esa libertad” (Rajoy, 11/7/2012)

 
   La servidumbre de esta afirmación del sr. presidente es evidente. Si Sartre nos condenaba a ser libres, Rajoy nos condena a ser esclavos. La reminiscencia calderoniana también lo es, pues emerge el Segismundo del “si nací, ya entiendo / qué delito he cometido. / Bastante causa ha tenido / vuestra justicia y rigor; / pues el delito mayor / del hombre es haber nacido". Nuestro teatro barroco es tremendamente trascendente, ya sea la trascendencia del soberano, ya sea la trascendencia de la divinidad, su apelación arbitra la inmanencia de las relaciones sociales y atraviesa la sociedad en su conjunto.

   El sr. Rajoy, la política de austeridad, en definitiva, nos sitúa lejos del terreno de la inmanencia. Partiendo de él, lo trasciende, situándonos ante un a priori que nos bloquee, que justifique, ‘transcendentalmente’, más allá de nuestras posibilidades, el resultado de las políticas que nos oprimen.  Nuestro pecado original es la deuda, ese vivir por encima de nuestras posibilidades que se repite como un mantra para hacer del mismo el leit motiv de nuestra autoinculpación. Como Segismundo, culpable de nacer, somos culpables de deber, de resultas de lo cual carecemos de libertad, presos al débito como estamos.

   Pero esto no es más que trascendencia porque como el propio Segismundo se pregunta, también nosotros nos preguntamos: “y teniendo yo más vida / tengo menos libertad?”, para respondernos que, dentro de los regímenes de austeridad, dentro del dispositivo de control de la deuda, en definitiva, dentro del capitalismo financiero, no solo no existe la libertad: la vida misma es enemiga del capital. Es precisamente que teniendo nosotros, la multitud, más vida, personificación del trabajo vivo, exponentes de las nuevas relaciones del común, tenemos menos libertad porque el capital financiero nos encierra, nos parasita, nos subsume en un desesperado intento de hacer prevalecer la propiedad de sus medios de producción sobre las nuevas relaciones lingüísticas, inmateriales, que hemos dado vida. Frente a la política de los cuerpos, la fantasmagoría de las finanzas son un zombi real y sanguinario. El capital no es un muerto viviente: hay que matarlo.

   Así, en el terreno de la inmanencia, la apelación a la esclavitud del sr. Rajoy adquiere todo su sentido. Mas que una afirmación es un deseo, un vano deseo: que no elijamos la libertad. Porque no solo estamos condenados a elegir, sino que debemos elegir. Y esa elección multitudinaria es la que temen los señores de la deuda como mostraron vergonzosamente recientemente en Grecia ante el ascenso de Syriza. Y nuestra libertad pasa inexorablemente por no pagar la deuda, por no hacernos responsables de sus políticas, por no dejarnos rescatar, por disparar la prima de riesgo, por convertir este régimen insoportable en imposible. Por elegir no hacer sacrificios. Por tener libertad. Porque resistir es poder.

   ““Nec metus, nec spes”. El régimen ni siquiera nos concede la última. Solo nos inocula el miedo a través de la violencia de sus agentes del orden económicos y policiales. Sabemos que si la esclavitud falla, tenemos la represión como argumento. Como Segismundo encadenado, arrastrado a la oscuridad de la celda tras el momentáneo advenimiento de la consciencia, pretenden hacer cumplir el oráculo que vaticina la explotación de clase, solo que el príncipe que salga de este rebelión no asumirá la trascendencia del mando sino la cooperación de la vida, no soñará despierto sino que despertará los sueños, sin deuda sino con superávit de potencia.