domingo, marzo 16, 2008

LA NORMA DE LA CAUTIVIDAD



“No, yo no quería libertad. Quería únicamente una salida.... No aspiraba a más. Aunque la salida fuera tan sólo un engaño”. Así reflexiona Peter el Rojo, el simiesco humanoide de Kafka en ‘Informe para una academia’ al dar cuenta de su extraordinario cambio a sus señorías.
Abandonar la propia condición para integrarse o ser aceptado socialmente es la renuncia principal, la conversión esclava de toda posibilidad de libertad. “La norma suprema que me impuse consistió justamente en negarme a mí mismo”. La norma frente a la ética. Quien asume el poder forma parte de él, sea señor o esclavo, en la misma medida que el trabajador asalariado forma parte del capital igual que el patrón. El antagonismo es un enfrentamiento íntimo anterior a su advenimiento colectivo.
Como Peter el Rojo, mono capturado en su selva originaria que tras un proceso de negación –“cuando hay que aprender se aprende”- asimila la naturaleza humana para convertirse en estrella del civilizado music-hall, cuántos, atrapados en el cautiverio de la alineación, dejamos de ser nosotros mismos buscando una ‘salida’. “Intencionadamente no digo libertad.... con la libertad uno se engaña demasiado entre los hombres, ya que si el sentimiento de libertad es uno de los más sublimes también lo son sus engaños”. La desconfianza nos hace cautivos, incapacita la determinación de elección. “No me quedaba otro camino siempre que no había que elegir la libertad”.
Sin embargo, el talón de chimpancé que el Peter hombre-mono aún conserva le hace sonreír viendo en la tramoya del cielo volar a los humanos trapecistas del teatro afanados en un trabajo –“también esto es libertad para el hombre”- cuyo espectáculo provocaría hilaridad entre los simios tanto por su innata habilidad como por el libre ejercicio de la misma.
Advertimos así, tras la paradoja que nos lanza al trapecio de la vida, que toda ‘salida’ no es sino simulacro consentido, salto con red y, al cabo, sin sentido. Que toda renuncia es una mortal apostasía.
Publicado en Cuatro Esquinas º506

LA ÉTICA DE LA REBELIÓN



Durante siglos los filósofos occidentales se han preguntado transcendencias tales cómo quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos. Hoy, cualquier europeo standard puede responderlas con una inmanencia extrema: somos precarios, venimos del trabajo, vamos al paro.
Efectivamente se acabó el tiempo en que el divino Platón le era dado pensar sobre los hombros de los esclavos, especialmente allá por el S.XVII cuando Spinoza, el judío pulidor de lentes, se planteara un problema ético de primer orden, ética como política inmanente, estudio de la conducta humana hacia la felicidad. Es así que se pregunta por qué la gente lucha por su esclavitud, tan contentos de ser esclavos y dispuestos a permanecer así. Es decir, por qué la gente no se rebela.
La cuestión es actual, ¿verdad?. Todos nos preguntamos lo mismo de vez en cuando. Sentimos los problemas de los otros o los nuestros mismos, la precariedad y pobreza circundante, la riqueza que nos es expropiada y hurtada, el cierre de ésta o aquella fábrica con el ‘asentimiento’ de los propios trabajadores, el sucedáneo del sueldo como identidad ciudadana al servicio del consumo, la enésima reforma laboral..... en fin, la ilusión ‘democrática’ de elegir nuestro destino sometido.
Nietzsche, a quien a menudo se le simplifica como ‘nazi’, comprendía peyorativamente la filosofía como el recuento de todas las razones que el hombre se aplica para obedecer y Deleuze como el desenmascaramiento de todos aquellos que producen ‘pasiones tristes’ para mermarnos y mantenernos presos. Ambos parten del rechazo del ‘mito de la caverna’ actualizado una y otra vez hasta nuestros días.
Frecuentemente aplazamos la demanda de felicidad aquí y ahora confiándonos a intermediarios que como traficantes comercian con nuestros anhelos. Es lo que se llama ‘representación’, alienación. Y no hay otro asunto político mayor que el deseo humano de sustraerse al poder. Esta es la ética de la rebelión.
“Emanciparos vosotros mismos de la esclavitud mental. Nadie sino vosotros mismos puede liberar vuestras mentes... No pueden parar el tiempo... ¿Durante cuánto tiempo seguirán asesinando a nuestros profetas? (Bob Marley, Redemption Song).
Publicado en Cuatro Esquinas º505