viernes, febrero 16, 2007

MENTIRAS EVIDENTES


Dice Omar Jayyam, matemático y poeta persa del S.XII “Es posible que no haya verdades absolutas/pero hay mentiras evidentes/Dicen que los amantes y libertinos no irán al paraíso/pues vacío habrá de estar como la palma de mi mano.” Obviando que afirmar que haya mentiras evidentes pudiera ser también una verdad absoluta, quedémonos con la certeza relativa de intuir falsedades donde se proclaman verdades advirtiendo, además, que cuánta más verdad se pregona más embuste hay en ella.
No es, entre otras muchas cosas, sino la búsqueda de la verdad en un mundo oscilante que llevará a un heroico soldado venido a recaudador de impuestos pero escritor, siempre escritor, al fin y al cabo, a dar rienda suelta a un ingenioso caballero, modesto hidalgo, en pos de afirmaciones entre gentes y ambientes que viven de sus mentiras, verdades o medias verdades, para preservar su status en el mundo.
Nadie más que Sancho podía apuntar verdad sin decir mentira con tanto sentido común. Pues si el escritor-soldado lanza a pugnar a sus personajes sobre si la bacía de barbero es o no el yelmo de Mambrino en fabulosa contienda con la verdad de fondo, es Sancho, con su rústico calidoscopio, con sus sesos de morcillas y chorizos, con la simplicidad de un jumento y la panza de panceta de gorrino, el que diga que en realidad eso no es ni bacía ni yelmo, sino mixtura y aggiornamento, es baciyelmo. Un nuevo concepto para la comprensión de un mundo nuevo.
Pero estábamos hablando de las mentiras evidentes. Chanfalla y Chirinos nos llevan a su retablo de Las Maravillas, cuatro bastidores, apenas un telón. Suficiente para embaucar a un público medroso creído de esas verdades necesarias para vivir sojuzgados a los dichos de quienes gobiernan. Todo es creíble en el retablo maravilloso porque la incredulidad significa, según lo establecido por los dos tunantes, ser hijo bastardo y/o judío converso. Nadie admitirá que las cosas no son como se dicen porque de hacerlo pendería sobre ellos, cuanto menos, la exclusión social.
Pónganse ustedes el retablo maravilloso de nuestros gobernantes delante, duden como el persa, agudicen como Sancho el común de los sentidos, y disfruten.

Publicado en Cuatro Esquinas nº 513